miércoles, 3 de abril de 2013

MÁLAGA

   Con la excusa de los feriados puentes, me fuí a pasar semana santa a Málaga; una ciudad al sur de España, más precisamente en Andalucía (aquí les dejo más datos). La ciudad y su historia son sumamente interesantes. Para los que no tengan ganas de leer el link que puse más arriba les cuento resumidamente: es una de las ciudades más antiguas de Europa. En sus comienzos fue poblada por los Bastetanos, pero vivió de conquista en conquista: pasaron los fenicios, romanos, árabes y católicos. Todos fueron dejando su huella en la ciudad (fortalezas árabes, circos romanos, castillos de reyes católicos, etcetc), que se caracteriza por su diversidad cultural. [O como decimos los criollos: "un surtido bagley"]
   
   Pero hay algo que la hace irresistible para mi: ahí está viviendo mi primo Fer con Emi, su mujer y Ciro, su hermoso hijo.

      Una vez mi hermano Fede me dijo algo así: que muchas cosas que nos pasan o sentimos, a veces no son del todo propias. Algunas se nos imponen. Entre ellas, esa idea de que uno tiene el deber de amar a su familia: tenemos que amar "a los nuestros". Y sentimos que no nos queda otra. Más allá de que a veces a esos que llamamos nuestros, cuando los miramos a los ojos, sentimos que hay un abismo que nos separa. 
  Y eso me pasaba a mi. Hasta que aparecieron ellos.
 Los empecé a escuchar, y los ví. Y me ví en ellos. Su autenticidad, su honestidad, sus ganas de vivir, su esperanza, sus alegrías y tristezas. Su vida me impactó y me llenó de aire fresco.
      


    El tiempo con Fer, Emi y Ciro fue grandioso. Un gran mimo al corazón. Tuvimos días lindos, nublados, lluviosos, pero nada pudo impedirnos hacer lo que más nos importaba: estar juntos. Calentamos agua, preparamos el mate, sumamos un amigo de ellos y nos fuimos a pasear. FrigilianaNerjaRonda y Córdoba fueron algunos de los destinos que conocimos.

(ésta foto es en Nerja - "el balcón de Europa")
  
    Honestamente, hace casi un mes que estoy acá y la distancia duele un poco. Pero también hace bien.
    Saben qué? Leí que para vivir tenemos que narrarnos. Y que los finales son parte del relato de una vida. Por eso escribo. Por eso te escribo. Necesito escribir éste final, el final de nuestra vida en común.
   [A: que lástima, me olvidé de decirte que podía perderte. Si hubiera sido consciente, te habría querido no más, pero mejor. Te habría dicho más veces que te amaba. Te habría contado lo que eras para mi, usando todas las palabras bellas necesarias. Hasta habría discutido menos por nimiedades. Me habría reído más. Y hasta me habría esforzado por hablarte en inglés.]

  Ya está. Ya lo dije. Y en efecto, sí, consuela. Estoy volviendo a disfrutar.


Bebo Valdéz y Diego el Cigala - "Lágrimas negras"

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