Un día Carolina murió. Pero muchos días antes,
Carolina nació.
Un día a Carolina la atacó un virus fatídico,
pero días después, Carolina sonreía como si se riese de la vida misma. Una
hermosa venganza la de ella.
Un día, Carolina perdió sus ojos, pero al día
siguiente, Carolina hablaba todo aquello que no podía mirar. Y hablaba, y lo
hacía fuerte, para despejar toda duda de que, todavía, se seguía riendo de la
vida.
Un día, Carolina tuvo problemas estomacales,
pero al día siguiente –o quizás ese mismo día-, Carolina comía y bebía porque
todo le apetecía lindo.
Un día, Carolina me dio vergüenza; al
siguiente, Carolina me escribió en su braille que me quería mucho; y la amé.
A veces los días se hacen instantes; y los
instantes se hacen días. Y a veces los días se tornan eternos. Como el día que
Carolina se fué, riendo.
(escribió Fede el verano pasado sobre nuestra hermana)
Hace ya tantos años te fuiste para siempre y pienso que igual te necesito. Seguro vos también lamentás el poco tiempo que vivimos juntas, pero tus recuerdos me ayudan a descubrir caminos y seguir teniendo horizontes.
Dice una canción de León Gieco: "Viendo fotos viejas, me dió de llorar. Tanto elemento para un solo viaje. Un minuto en sus brazos, cuánto daría"
Sigue, y dice: "ya no lloro, ella es parte del camino"; y siento que hoy no puedo cantarlo, yo si lloro, pero tengo muy claro que vos seguís siendo parte de mi camino.
Te quiero como siempre, Caro, y sigo esperando que el Amor un día nos vuelva a juntar a todos!